Cambiar lo quebrantado por la integridad a través del Espíritu Santo

Cuando la vergüenza, el miedo y la ira dominan nuestro paisaje interior, nos encontramos atrapados en una niebla que oscurece la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. A continuación se ofrece una oración llamada «Oración de intercambio». Ofrece un camino transformador desde la oscuridad hacia la libertad y la plenitud que Dios desea para cada creyente.

El poder del intercambio regular

La práctica habitual de cambiar las heridas y las mentiras por el fruto del Espíritu produce resultados positivos que transforman la vida. La fe aumenta porque experimentamos el poder de Dios, en lugar de limitarnos a hablar de él. David Benner describe esta transformación como el paso de una «vida egocéntrica a una teocéntrica», en la que la apertura a Dios desplaza la búsqueda del control por parte del yo y nos permite centrarnos en el Reino de Dios.

Nuestra sensibilidad espiritual se renueva, haciendo que la realidad del Espíritu sea más fresca y profunda en nuestra experiencia cotidiana. Ruth Barton enfatiza que este tipo de oración nos lleva «más allá de las palabras y los conceptos, hacia la comunión» con Dios, facilitando la conexión con los demás y con el Espíritu, ya que el cinismo y la desconfianza que impregnaban nuestras relaciones son sustituidos por la obra del Espíritu.

Comenzamos a esperar que el Espíritu actúe a nuestro favor y en nombre de los demás porque vemos y sentimos Su bondad en acción. Estos resultados transformadores pueden producirse en momentos poderosos y milagrosos que resuelven definitivamente las luchas internas, pero más a menudo el intercambio de nuestras heridas y mentiras se convierte en una práctica espiritual continua.

El costo de evitar el intercambio

Si no cambiamos nuestra fragilidad por la plenitud que nos ofrece el fruto del Espíritu, nos volvemos vulnerables de formas peligrosas. Podemos sentirnos como impostores porque no experimentamos personalmente el poder que profesamos a los demás. Henri Nouwen advirtió que aquellos que no están preparados para una espiritualidad más profunda crean distancia entre ellos y los demás en lugar de conexión, y les resulta difícil ofrecer un cuidado genuino a los demás.

También nos falta claridad sobre cómo obra el Espíritu Santo en las situaciones que nos rodean porque no hemos experimentado claridad sobre cómo obra el Espíritu Santo en nuestras propias vidas. El hecho de no cambiar nuestra vergüenza, nuestro miedo y nuestra ira desalinea nuestra realidad interior con la bondad del Espíritu Santo y crea una niebla alrededor de la intención del Espíritu.

Benner señala que «el ego es la primera gran barrera» para la apertura hacia Dios, «porque el ego se resiste a rendirse y porque la apertura hacia Dios es, en esencia, un acto de rendición». No afrontar las emociones negativas nos mantiene atrapados en emociones egoístas, en lugar de perseguir el Reino de Dios con todo nuestro corazón.

El viaje desde las heridas hasta la plenitud

Cuando cambiamos nuestro quebrantamiento por la plenitud del Espíritu Santo, se produce una transformación que nos lleva de las heridas y las creencias falsas a la integridad y la capacidad de sentir la obra del Espíritu Santo. La práctica de oración que se ofrece a continuación proporciona un punto de partida sencillo para experimentar este cambio. Afronta nuestra principal lucha, ya sea con la vergüenza, el miedo o la ira, y la ofrece por el fruto del Espíritu.

Esta no es una oración que sirva como solución única. Las luchas internas pueden surgir repetidamente, y la práctica de esta oración se convierte en parte de nuestro camino espiritual hacia la plenitud del Fruto del Espíritu en nuestras vidas. Como afirmó Benner, la transformación honesta solo requiere que «nos volvamos con apertura y confianza, con todo lo que podamos ofrecer» a Dios.

Reconocer el dolor no resuelto

Esta oración funciona como un paso proactivo hacia la sanación de Dios, buscando el poder restaurador del Espíritu Santo sobre las emociones que fluyen como respuesta a nuestro quebrantamiento. ¿Cómo podemos identificar el dolor no resuelto? Una señal de problemas no resueltos es cuando pensamos o escuchamos sobre una situación y nos encogemos por dentro bajo el peso de la vergüenza, el miedo o la ira.

El dolor emocional causado por acontecimientos traumáticos puede bloquear nuestra capacidad de creer en el poder redentor de Dios. Es posible que otras personas nos hayan tratado de manera que nos haya hecho daño, nos haya intimidado o avergonzado. Puedo hacerme eco, desde mi propia experiencia, de algo que leí de Henri Nouwen. Él reconoció en su propia vida que, a pesar de su ministerio hacia los demás, sufría «ataques debilitantes de inseguridad, soledad y desprecio hacia sí mismo».

La experiencia del poder transformador del intercambio permite a Dios tomar lo que estaba destinado para el mal en nuestras vidas y utilizarlo para el bien. Como dice la Escritura: «Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios» (2 Corintios 1:3).

Practicar la oración del intercambio

La siguiente oración puede servirnos de guía para ofrecer al Señor el quebrantamiento de nuestras vidas. Puede utilizarse como práctica habitual para abordar de forma constante nuestras luchas internas.

Señor Jesús, te confieso mi vergüenza, mi miedo y mi ira. Te ofrezco cada lugar de mi vida que ha estado dominado por estas emociones. Cualquier herida, mentira o pecado que haya aprisionado mis emociones, te lo entrego a ti.

Me acerco a la cruz y renuncio a mi vergüenza, mi miedo y mi ira. Confieso que estas emociones han complicado mi dolor mediante una falsa narrativa de duda, inutilidad, insuficiencia, abandono e inferioridad. Te ofrezco mi quebrantamiento y mi autoengaño perpetuados por la vergüenza, el miedo y la ira a cambio del amor, el gozo, la paz, la paciencia y la plenitud del fruto del Espíritu. Ven, Espíritu Santo, y redime el quebrantamiento de mi vida para comenzar un nuevo viaje contigo a partir de hoy. En el santo nombre de Jesús, amén.

Convertirse en sanadores heridos

Al practicar esta oración de intercambio, descubrimos lo que Nouwen denominó el ministerio del sanador herido. No necesitamos alcanzar la plenitud perfecta antes de ayudar a los demás; más bien, ofrecemos nuestro propio camino hacia la sanación como fuente de esperanza y guía. Nuestras heridas, cuidadosamente atendidas y ofrecidas a Dios, se convierten en «una importante fuente de poder sanador» para aquellos que vienen después de nosotros.

Benner escribe que una vez que «experimentamos, aunque sea por un momento, la sensación de estar lo suficientemente abiertos a Dios como para permitir que Él fluya a través de nosotros, el deseo, y no la fuerza de voluntad, se convierte en todo lo que se necesita para seguir adelante». Este encuentro transformador con el poder sanador de Dios nos equipa no solo para nuestra propia integridad, sino que también nos prepara para el ministerio de la oración, para ayudar a otros en su camino hacia la libertad. Esta Oración de Intercambio crea un espacio para la obra transformadora del Espíritu y, como práctica continua, descubriremos que nuestro quebrantamiento se convierte en el lugar donde podemos encontrar el poder redentor del Espíritu en nuestras vidas.

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Este artículo forma parte de una serie de cinco partes sobre cómo cultivar un ministerio de oración saludable. En conjunto, estas publicaciones trazan un camino para aprender a ministrar desde la integridad en lugar de desde el dolor. Cada entrega se basa en la anterior y ofrece marcos de referencia, conocimientos prácticos y pasos concretos para experimentar el poder del Espíritu Santo en tu vida cotidiana. Encontrarás enlaces a las publicaciones anteriores de la serie a continuación.

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Bud Simon

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