Por qué quiero compartir un camino hacia un ministerio de oración saludable
Usted ha visto un ministerio poderoso. Ha sido testigo de palabras proféticas que se han hecho realidad, ha visto a personas sanadas y ha visto a Dios actuar de maneras extraordinarias. Pero entonces sucede lo impensable: un líder espiritual de confianza cae en un fracaso moral. La disonancia cognitiva es abrumadora, ¿cómo puede alguien usado tan poderosamente por Dios ser atrapado en un pecado flagrante?
Este patrón se ha repetido a lo largo de la historia de la iglesia, pero los medios sociales han hecho que estos fracasos sean más visibles que nunca. Líderes y personas dotadas espiritualmente acaban dejando el ministerio por todo tipo de fallos morales diferentes, y la mayoría de nosotros podemos pensar en personas que se encuentran en estas situaciones. Nos damos cuenta de que los dones no sustituyen al carácter. Cuando llevamos esta conversación al área del ministerio de oración, nos damos cuenta de que las personas a menudo representan mal al Espíritu Santo porque no han experimentado plenamente la transformación en sus propias vidas. La cuestión no es sólo por qué sucede esto, sino cómo podemos evitarlo en nuestras propias vidas y ministerios.
El problema: eficacia ministerial sin sanación personal
He aquí una verdad a la que muchos en el ministerio de oración se resisten: si no recibimos sanidad para nosotros mismos, es difícil estar en un lugar saludable para ministrar sanidad a otros. Podemos operar con dones espirituales, ver movimientos genuinos de Dios, y aún así llevar heridas sin sanar que eventualmente sabotean nuestro ministerio y vidas personales. Estas no son personas que carecen de poder espiritual, carecemos de sanidad personal.
Por eso, abordar las barreras personales es un paso importante en el desarrollo de un ministerio de oración eficaz. En el camino hacia la plena participación en la oración por los demás de manera que honre a Dios y eleve a la comunidad, debemos aprender a llevar nuestro auténtico yo ante Él. El Espíritu Santo nos invita a una comunión más profunda con Dios que requiere algo más que dotes espirituales, incluye la transformación personal y un ritmo más lento para escuchar bien a Dios en nuestras propias vidas. Cuando cultivamos un corazón que escucha y experimentamos a Dios en nuestras heridas, podemos comprometernos más profundamente en el ministerio de la oración guiada por el Espíritu.
El Camino: Transformación y santificación continuas
El proceso de recibir a Cristo en nuestras vidas y tenerlo en el centro de nuestro ministerio de oración no es un acontecimiento de una sola vez, es un viaje continuo. La santificación progresiva es "el proceso continuo por el cual un creyente en Jesucristo se vuelve más santo en carácter y conducta a través de la obra del Espíritu Santo". Esto implica tres elementos esenciales que trabajan juntos:
Agencia personal: Debemos avanzar activamente hacia la transformación, eligiendo afrontar nuestras heridas en lugar de escondernos de ellas. Esto significa reconocer cuándo las heridas del pasado influyen en el comportamiento actual y tomar decisiones intencionadas para sanarlas.
La obra del Espíritu Santo: La transformación no es autogenerada. El Espíritu nos toca, trabaja en nosotros y nos conduce a la verdad, incluso a la verdad incómoda sobre nosotros mismos.
El poder redentor de Cristo: Uno de los aspectos del Evangelio que más se pasan por alto es el poder redentor de Cristo, no sólo para la salvación, sino para tomar cosas malas de nuestro pasado -especialmente traumas infantiles- y utilizarlas de forma redentora. Las investigaciones sobre la curación de traumas confirman que "no hay sufrimiento o maldad por causa del pecado que esté más allá del poder redentor de Dios".
La historia redentora: De las heridas a la plenitud
Muchos creyentes se sienten destinados a repetir patrones de abuso o trauma infantil. Pero el Evangelio cuenta una historia diferente: Cristo tiene el poder de redimir nuestro pasado. Como nuevas creaciones en Cristo, "lo viejo ha pasado, y lo nuevo ha llegado" (2 Corintios 5:17), lo que significa que nuestras cicatrices no se borran, sino que se redimen, "sirviendo de testimonio de la capacidad de Dios para hacer renacer la belleza de las cenizas" (Isaías 61:3).
Este trabajo redentor no es instantáneo ni sencillo. La sanación interior no es un acto de oración que se realiza una sola vez, sino un proceso continuo en el que invitamos a Cristo a entrar, sacrificamos y despojamos partes heridas de nuestras vidas, y reconocemos cuando resurgen viejas pautas.
El marco: Comprender su viaje
En las próximas semanas, esta serie explorará los marcos para la sanación personal que nos prepara para un ministerio saludable a los demás. Examinaremos las ideas del trabajo de Dan Allender sobre trauma y redención, la sabiduría del eneagrama de Ian Cron para la autocomprensión, la investigación de la cosmovisión sobre cómo procesamos las experiencias de la vida, y la teología de la cruz de Joel Green que revela múltiples dimensiones de la obra redentora de Cristo.
El objetivo no es eliminar los dones espirituales ni minimizar el poder de Dios que actúa a través de nosotros. Más bien, se trata de asegurar que el vaso a través del cual Dios obra permanezca íntegro, sano y sostenible para el ministerio a largo plazo. Cuando nos sanamos a nosotros mismos, ministramos desde la abundancia en lugar del déficit, desde la integridad en lugar de la herida.
¿Cuál es el siguiente paso?
Si estás en el ministerio de oración o liderazgo espiritual, haz un inventario honesto: ¿Estás experimentando un acercamiento al Señor que sana las heridas? ¿Puedes ministrar consistentemente a otros de manera saludable?
El camino hacia la plenitud comienza reconociendo nuestra necesidad de la presencia sanadora de Cristo e invitando al Espíritu de Dios a hacer lo que no podemos hacer por nosotros mismos. Esta serie le acompañará a través de ese proceso, explorando cómo se produce la transformación y proporcionando pasos prácticos para la santificación continua.
Manténgase conectado para la próxima publicación, donde profundizaremos en marcos específicos para comprender y abordar las heridas que obstaculizan la eficacia de nuestro ministerio. Juntos, descubriremos cómo recibir sanidad puede posicionarnos para ministrar sanidad a otros con integridad, confianza y oración empoderada.
Este artículo forma parte de una serie de cinco partes sobre cómo cultivar un ministerio de oración saludable. Juntos, estos artículos trazan un camino para aprender a ministrar desde la plenitud y no desde la herida. Cada entrega se basa en la anterior, ofreciendo marcos de referencia, ideas prácticas y pasos prácticos para experimentar el poder del Espíritu Santo en tu vida diaria.