Unirse a la obra de Dios, colaborar con el Espíritu

En última instancia, el ministerio de la oración consiste en unirse a lo que Dios ya está haciendo. El Espíritu Santo siempre está actuando: en el mundo, en la Iglesia y en los rincones tranquilos de nuestras vidas. Nuestro papel no es iniciar, sino cooperar. Estamos invitados a colaborar con el Espíritu, alineando nuestros corazones con los propósitos de Dios y nuestras acciones con su guía.

Esta perspectiva aporta una libertad increíble. No tenemos que fabricar resultados ni forzarlos. En lugar de eso, escuchamos, discernimos y respondemos. A veces, el Espíritu nos lleva a la acción audaz; otras, a la presencia silenciosa. En cualquier caso, nos centramos en la colaboración, no en el rendimiento.

Enfocar el ministerio de la oración de esta manera nos quita presión de encima. No somos responsables de hacer que las cosas sucedan; somos responsables de aparecer, escuchar y obedecer. Preguntamos: "Dios, ¿qué haces aquí? ¿Cómo puedo unirme a ti?". Esta pregunta nos abre a nuevas posibilidades y nos mantiene humildes y expectantes.

Colaborar con el Espíritu significa también aceptar la aventura del ministerio. Cada situación es única, y la guía del Espíritu es a menudo sorprendente. A medida que aprendemos a confiar y a seguir, descubrimos que la obra de Dios es siempre mayor y más hermosa de lo que imaginábamos.

Aceptemos el privilegio de unirnos a la obra de Dios. Confiemos en que el Espíritu está siempre en movimiento, y que nuestra mayor alegría es asociarnos con él para llevar esperanza, sanación y transformación al mundo que nos rodea.

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Bud Simon

¿Y si hay algo más en el ministerio de la oración? La oración a nivel personal y comunitario invita al Reino de Dios a cambiar en nosotros mismos y en nuestro mundo.

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